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Paciencia, Desapego y Responsabilidad en el Proceso de Aprendizaje

Todo comienzo es prácticamente sinónimo de ansiedad. Los inicios de una actividad, de una etapa, de un trabajo, de una carrera, de una disciplina nos produce curiosidad, pero a la vez inquietud, y hasta cierto estado de excitación por incertidumbres e inseguridades.

Puede ser una ansiedad positiva, que nos moviliza a avanzar, aprender, y a enfrentar mayores desafíos… pero también puede ser negativa, cuando nos inquietamos por nuestras propias inseguridades, o nos afectan circunstancias nuevas e incómodas.

Todo inicio de algo nuevo, nos exige mayor atención y energía que lo ya conocido. Implica un estímulo al sistema nervioso, y mayor adrenalina, e incomodidad. Dependiendo de la personalidad de cada uno, habrá una más rápida o más lenta adaptación a lo novedoso.

Pero también esa personalidad marcará la forma en que cada uno suele iniciar ese proceso de aprendizaje. Quienes suelen ser más introvertidos o tímidos, suelen sentir mayor incomodidad, en particular si el proceso exige interactuar. Mientras que los más extrovertidos o audaces, suelen pretender avanzar más de lo que se puede asimilar.

Una personalidad que trabaja desde un rol defensivo, está a la espera permanente, y probablemente en un comienzo haya que estimular su avance. Mientras quien tiene características más ofensivas, debe aprender a frenar sus impulsos en el mismo proceso.

Aprender el roce con otro, o simplemente un mero compartir, puede llegar a ser muy incómodo inicialmente para algunos; como también la falta de control personal al interactuar con los demás.

En todo este proceso, la labor del Sensei o en su caso del Senpai resulta ser esencial. Quién está a cargo, tiene la responsabilidad de observar cada personalidad que llega y percibir el sentir de cada practicante en su proceso de aprendizaje, como así también su evolución. Su rol es estimular a ser más audaz al que no tiene dicha tendencia, así como también más controlado a quién se excede. Se trata de aprender a ir más allá, sin excederse. En definitiva, se trata de aportar pautas y constituirse en guía inicial para alcanzar cierto equilibrio entre el defecto y el exceso.

Quién no se anima, está estancado… quién se excede por falta de control, se está perdiendo…

Pero ese guía, sólo es responsable de empujar hacia los primeros pasos sobre ese camino del medio.

El trayecto debe ser transitado por cada uno… Se trata de poner las primeras gotas de agua para que germine la semilla, pero el desarrollo y crecimiento del árbol deberá tener su propio proceso, en base a su energía y motivación propia. Habrá plantas que crecerán y se elevarán más rápido o más lento, a su tiempo y de acuerdo a su naturaleza… otras, serán alcanzadas por las inclemencias del tiempo, y se perderán inevitablemente…

Quién comienza este proceso de aprendizaje, a veces fantasea con crecer rápidamente… y se enfoca en las ramas, en los frutos… Pero para que ese momento sea alcanzado, no puede lógicamente olvidar que primero debe desarrollar raíces, y luego un tallo, para recién después un tronco fuerte y sólido, que den lugar a aquellas ramas y frutos.

Evolucionar hacia una forma final requiere de un proceso previo trascendente, que suele comenzar de manera oculta, y ajena a la vista… y ello implica mucha paciencia… Se trata del crecimiento y desarrollo de las raíces propias, que son los cimientos de nuestra verdadera esencia. Insistir en ello, es el rol del Sensei, o del Senpai autorizado por aquel, y no es una responsabilidad menor, en tanto se trata de estimular a esa germinación, y simultáneamente frenar los impulsos de intentar elevarse sin una raíz fuerte. Un Sensei, es paciente, y estimula paciencia en el otro, y así deja fluir el proceso de aprendizaje dentro de la propia naturaleza.

Un Sensei suelta y deja que la semilla crezca… aún sabiendo que sólo aportó para que empiece a germinar… pero el crecimiento posterior… ya no dependerá de él. Igual será, inexorablemente, entre padres e hijos...

 

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