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La Práctica del Karate y los Niños

Algunas personas, por desconocimiento, consideran que el Karate – como todas las artes marciales – no sería recomendable para niños. Sin embargo, su práctica resulta altamente positiva, en tanto no provoca en ellos, ni violencia, ni lesiones. Los niños aprenden desde el inicio a controlar el aspecto técnico-muscular, como así también su faz agresiva.

Las prácticas favorecen la socialización y el respeto mutuo. La experiencia indica que estas disciplinas constituyen un sistema natural y eficaz para desarrollar una personalidad sana.

La práctica de las artes marciales por parte de los niños tiene una mayor influencia a nivel educativo y formativo que respecto de los adultos. De ningún modo se pretende cambiar la esencia de cada personalidad, sino enriquecerla con recursos didácticos y pedagógicos acordes a la edad de cada uno.

No es exigible a un niño la misma disciplina y rigurosidad que a un adulto. Se trata de etapas distintas con objetivos también diferentes. Se trata de que los niños puedan ir creciendo como personas sanas y con mayor confianza en sí mismos para enfrentar el futuro con serenidad. Y es por ello que – de acuerdo a la edad – las clases suelen ser recreativas y que no provoquen aburrimiento. Así es como se suele recurrir a juegos como base de su preparación física y técnica, a fin de ir desarrollando movimientos de coordinación, equilibrio, fuerza y también gestos técnicos y propios de la disciplina. Es un aprendizaje que se realiza por los niños – a veces – sin que se den cuenta de sus verdaderos objetivos.

Aún así, el aprendizaje a través del juego no puede tornarse exclusivo, ni permanente. Veamos como ejemplo, un niño de 6 años no está en la misma circunstancia que otro de 12 años. Existen diferencias físicas, y una madurez mental también diferente. El control corporal y la capacidad de comprensión también son diferentes, e incluso también sus tendencias recreativas.

De ahí que las actividades recreativas e incluso técnicas deben adaptarse también a las diferentes etapas de los niños, a fin de que todos puedan disfrutar de la práctica, tanto los más pequeños, como los que ya están a las puertas de la adolescencia.

De la madurez de los niños dependerá que los momentos de recreación y los momentos de mayor disciplina y exigencia técnica varíen dentro de una clase, debiendo existir una compensación y/o mayor rigurosidad entre ambos aspectos de una práctica, según la etapa de los niños. Este balanceo no puede hacernos perder de vista que la regla en una práctica para niños es que no puede convertirse en un momento de diversión y desorden total, pero tampoco se puede exigir una clase con concentración plena, como a un adulto.

En nuestra Escuela, se considera que los niños a partir de los 12 años ya están en condiciones de practicar conjuntamente con los mayores, reservando a los menores de dicha edad, clases específicamente dispuestas con un contenido variado entre lo lúdico y lo técnico, momentos de ruido y momentos de estricto silencio; como base para su desarrollo físico, técnico y mental.

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