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El Ketsugo a través del I Ching

El I CHING es un libro milenario de consulta y su nombre se traduce como “Libro de los Cambios”. Se dice que a través del mismo nos conectamos con el ser interior, atemporal y universal, que todo lo sabe. El hombre, según la cultura oriental, es una entidad entre el Cielo y la Tierra. En esta última nos desempeñamos con plena libertad, tomando decisiones y haciendo elecciones en forma consciente o inconsciente, y cada paso que damos, genera una tendencia que nos lleva a otro lugar. A través del I Ching, se puede ver esas “probabilidades o tendencias” que trazamos en nuestro caminar. Y por supuesto, podemos cambiar el destino de nuestro trazo también.

A través de esta “ventana” que constituye este Libro, podemos ver las tendencias, y ratificar o rectificar nuestros pasos, en la medida que estemos dispuestos. El libro nos permite escuchar un consejo de la guía interior, que nos otorga la posibilidad de ir por el camino del medio, que no es otro que seguir el Do o Tao.

A partir de esto, efectuamos una consulta, a través de la siguiente pregunta: ¿Qué puede aportarle el Ketsugo a una persona?. La respuesta fue dada a través de dos Hexagramas: a) 26.4 “La Fuerza domesticadora de lo grande”; y b) 14 “La Posesión de lo Grande”.

Y la respuesta, interpretando tales hexagramas es la siguiente: El I Ching nos invita a la práctica de esta disciplina, como una forma adecuada de canalizar el potencial o fuerza creativa y vital de toda persona. Ese potencial suele exhibirse a través de conductas impulsivas o a veces estar reprimido a través de un estado de introversión. Esto puede ser controlado, contenido y/o dejarse fluir adecuadamente a través del carácter o personalidad. El Ketsugo aporta una continua autoregeneración del carácter, además de bienestar físico.

La práctica constante permite domesticar el ego y sus impulsos, facilitando la distinción entre lo correcto y lo incorrecto. Nos aporta claridad e independencia interior. En otras palabras, desde lo interior se puede lograr firmeza y fortaleza, lo que facilita tomar decisiones sólidas; y en lo externo, se puede alcanzar claridad y orden, lo que implica una ejecución de aquellas decisiones también clara y ordenada.

El Ketsugo persigue el aquietamiento mental (claridad) y capacidad de acción (ejecución), en forma simultánea (no dualidad). La calma durante circunstancias de tensión, nos libera de los miedos, preocupaciones y deseos, y nos permite encontrar el camino del medio, propio del Do y espejo del cielo. También esa calma, se constituye en la firmeza que nos sostiene en medio de los vaivenes que provocan las dudas y las contingencias. Es el ancla en medio de la tempestad.

Pero esa firmeza interior, no es rigidez de pensamiento, ni necedad. Por el contrario, es moderación, firmeza en la moderación, y esto posibilita una visión más amplia, libre y menos prejuiciosa.

El Ketsugo exige esfuerzo, constancia, no es fácil ni cómodo; y nos enfrenta a nosotros mismos, desarrollando carácter y paciencia. Por ello, aquello que nos aporta no se consigue fácil o cómodamente, sino que requiere de práctica y perseverancia. Hay que estar dispuesto a “abrirse” al influjo de la práctica, que no es otra cosa que exponerse a la imagen de uno mismo en espejo.

La “fuerza domesticadora de lo grande” es precisamente el trabajo por aquietar la mente, por terminar con las dudas y vacilaciones, y despejar los miedos y confusiones. La “Posesión de lo grande”, es la consecuencia de aquello y es alcanzar un tesoro que está allí dentro, que no es otra cosa que nosotros mismos, un estado en que el pasado, presente y futuro se confunden; y en donde todo adquiere otra dimensión, tomando plena consciencia del Do.

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