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Sobre la Constancia en la práctica

La constancia puede ser definida de muchas maneras, así, por ejemplo; es la voluntad inquebrantable y continuada en la determinación de hacer una cosa o en el modo de realizarla. O es la firmeza y perseverancia del ánimo en las resoluciones y en los propósitos.

En concreto, la constancia es un valor y una cualidad que poseen algunas personas en cuanto a ser perseverantes y determinados ante un propósito o decisión. En este sentido, se considera que una persona es constante cuando es responsable y trabaja arduamente en lograr sus metas.

Este valor debiera ser inculcado desde temprana edad a modo de incentivar a los niños a ser personas comprometidas con lo que se propongan, y por ello, de voluntad fuerte. Esto es fundamental para que el día de mañana puedan alcanzar sus metas, mantener una sólida autoestima y que los vaivenes emocionales que tiende a generar “el exterior” no nos mareen, ni nos hagan perder el rumbo.

Ahora bien. En los tiempos actuales este valor no abunda. Observamos que se inicia una actividad y a los pocos meses se abandona. Esto sucede entre los adultos y también con los niños y adolescentes. Y quizás deberíamos preguntarnos si como sociedad nos está pasando lo mismo… Lograr objetivos suele requerir de esfuerzo y dedicación, solucionar problemas, superar situaciones… pero lo que nunca puede faltar es “claridad” sobre lo que quiero, y constancia en lograrlo…

Como adultos, deberíamos realizar siempre una autocrítica y revisar si somos poco constantes, y cuánto de ello transmitimos consciente o inconscientemente a nuestros hijos, quiénes suelen asimilar rápidamente todo lo que hacemos.

Y en esto, es importante distinguir dos cuestiones:

En primer lugar, debemos aprender a distinguir "el qué"; es decir, "qué queremos". Y en ello se debe ser "constante" hasta aclararlo. Una vez evidenciado ese objetivo, hay que ser "constante" en lograrlo. Y esto ya es una enseñanza y referencia para nuestros hijos. Sin el primer paso, el segundo es mera "necedad".

Ahora bien, hay que ser prudentes y saber distinguir entre lo que es “respetar” la voluntad de nuestros hijos; y “ser indiferente” a la generación de “hábitos” en los mismos, los que - justamente - son el germen de todo cambio, a través de la constancia. No hay que confundir ello, puesto que suele pasar que la “comodidad” se disfraza de “respeto a la voluntad”.

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