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Deconstrucción de un Senpai

Un día te inscribes en una Escuela de Artes Marciales, buscas aprender a defenderte, fantaseas con grandes destrezas y habilidades y comienzas a idolatrar a tu Sensei. El tiempo pasa, y si la práctica continúa, poco a poco trasciendes la fantasía, e incluso la idolatría, para sumergirte en tus propias oscuridades, miedos y estructuras. Esta es la puerta que abre hacia el verdadero camino, aquello que denominamos el Do.

¿Pero cuántos nos atrevemos a cruzar esa línea que nos adentra en el Do?. Puede llevarnos años de práctica constante, de meditación en movimiento o simplemente en quietud.

Mientras seguimos practicando, mirando a nuestro alrededor, los que estaban en un principio, ya no están, pero también hay otros, nuevos, viejos, quizás menos, quizás pocos, pero otros… somos otros.

Un día, te decidas a ir más allá y comienzas a brindarte a otros. Tu Sensei, como una posta en el umbral, apoya una palma sobre tu hombro, y te empuja a entregar aquello que te ayudó a empezar a descubrir.

Y es así, que desde ese día, te encuentras frente a otros soñadores de fantasías, entregándote, vaciándote, para que otros puedan llenarse de lo que sean capaces de encontrar. Pero sigues recibiendo… y sigues vaciándote…

Un día alguien nos da señales, otro día nos encuentran en oscuridad, y en otro día, resplandece la vida.

Recibir y Dar… Dar y recibir… Recibir y agradecer… Dar sin esperar… Son verbos necesarios de una misma realidad. De una adecuada armonía en ello, dependerá que logremos transitar mejor por el Do, sin tanta decepción, aunque sea necesaria; sin rencores, que deben dejarse atrás. 

No son falsas lealtades las que se juegan en el Do, sino el juego armónico, espontáneo, libre, desinteresado, responsable y sincero del dar y recibir; recibir y dar.

Desde un inicio en la fantasía, pasando por un claro enfrentamiento a los miedos, al hecho de asumirse uno mismo, y sentir un claro compromiso con quiénes intentan cruzar hacia el Do, esto, es el trayecto de quienes, un día, se decidieron a dar aquello que reciben.

Sentir orgullo por la descendencia en el Dojo es algo natural, y a la vez fascinante. Sentir cierta sensación de extravío cuándo esa descendencia no encuentra tampoco su camino, es la otra cara de la labor.

Sentir ello, es aprender a descubrir también lo que siente el Sensei, cuando nos abrió la puerta, aquel primer día, para comenzar la fantasía, como así también cuándo nos saludó, sabiendo que quizás volviéramos… o no…

                                                                                                                                                    Senpai Miguel Ortiz - 26-9-2021

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